Desde el rompeolas by Helen Rytkönen

Desde el rompeolas by Helen Rytkönen

autor:Helen Rytkönen [Rytkönen, Helen]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2019-08-17T00:00:00+00:00


10. MÁS FOOD FOR THOUGHT

El viernes fue un día duro. No paramos desde las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde, cuando pudimos sentarnos en un bar de la Plaza del Charco a tomarnos un refresco. Yo tenía los pies molidos de tanto esperar de pie, y miré las botas planas que me había traído con agradecimiento. Menos mal que no se me había ocurrido ponerme tacones. La verdad es que en ese momento lo menos que me apetecía era pensar en tener que cambiarme y salir por la noche, pero hice un esfuerzo sobrehumano para intentar entusiasmarme.

—Si hubiéramos sabido esto con tiempo, te habrías quedado en mi casa —⁠me dijo Marcus⁠—. Habría sido más práctico.

—Ya, pero si tú me hubieras dicho que te venías, quizá no hubiese cogido hotel. —⁠Le disparé con una sonrisa traviesa.

—Llevas toda la razón. Pero ya sabes que de pronto me da por hacer cosas un poco imprevisibles —⁠me dijo, riéndose, aunque luego se calló, como si hubiese dicho algo incorrecto.

Lo miré con curiosidad, pero desvió la mirada hacia la fuente central y se quedó callado. Aquello se prolongó unos minutos y me hizo sentirme incómoda. ¿Qué le pasaba? Decidí seguir hablando con naturalidad, a ver si se le quitaba lo que fuera que le había pasado.

—Entonces, ¿a qué hora hemos quedado?

—A las diez en un restaurante de la zona de la Ranilla. Ya verás, está muy bonita, la han arreglado hace unos años y se ha convertido en una zona de reclamo —⁠dijo, como despertando de una ensoñación. Ahora sus ojos de hielo verde lucían indescifrables, aunque su cara reflejaba un gesto amable.

Consulté el reloj y vi que debía irme.

—Te veo allí entonces.

—Te paso a buscar, no te preocupes.

—No, Marcus, es una tontería. Si está aquí al lado. Aprovecha tú para estar un rato en casa, que tu madre no te está viendo el pelo para nada.

Le despaché rápidamente a pesar de su insistencia, y me fui al hotel. Menos mal que había traído algo más o menos bonito, la verdad es que no sabía en qué momento había sido capaz de planificarlo, tal y como había sido el día veinticinco. Saqué de la maleta un vestido negro corto con escote corazón y que se ajustaba bastante bien a mis curvas, acentuándolas de una forma elegante. Me puse unas medias negras con costura por detrás y con el buen tiempo que hacía, no me hizo falta más abrigo que una fina cazadora de cuero. Me ahumé los ojos levemente, justo lo necesario para acentuar su ligera forma gatuna, y me pinté los labios con un precioso nude aterciopelado que añadía un punto de sofisticación a mi look. Mis polvos fijadores de Nars, un poco de colorete, los toques estratégicos de iluminador y listo.

Como no había tardado demasiado en arreglarme, aproveché para trastear un poco en mi móvil, que tenía bastante descuidado en los últimos días. Enseguida vi que tenía un mensaje de Magda, y otro del club.



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